Ahí queda eso...

domingo, 7 de octubre de 2007

Para los que no me leéis en la prensa local, os dejo una pequeña intervención en primicia. Espero que no os resulte demasiado infumable; siento deciros que es tendenciosa y partidista como yo mismo. Besos y abrazos!!!

Ideología y juventud

Uno de los problemas de la sociedad actual es la pérdida de ideología y la sustitución de la misma por conceptos de identidad, lo que favorece la aparición de los nacionalismos rancios y sus agitadores a los que ahora vemos como protagonistas de mamarrachadas varias en televisión. Esta forma de entender la vida desde el prisma de la identidad y sin base ideológica parece que gana adeptos incluso en las formaciones políticas clásicas, fomentándose desde una derecha en la que se dedican esfuerzos a definir la “españolidad” como algo que es propio, exclusivo y natural de su programa electoral, tachando de “traidores” a todos aquellos que se atrevan a discrepar y subirse a las barbas del “dead man walking” que actualmente los lidera. Cuando uno tiene poco que decir, lo más fácil es apropiarse de una bandera (que pertenece a todos), agitarla y corear eslóganes burdos y fáciles e himnos populares, obviando de paso, los problemas serios que nos atañen a todos: desigualdad creciente, cambio climático, precariedad laboral, especulación urbanística, recortes de derechos sociales a favor de la “seguridad de todos”, violencia doméstica y un largo etcétera que es aparcado alegremente, mientras que a los que deberían liderar las soluciones desde la oposición se les llena la boca de “patria y honor” en un ejercicio de desvergüenza e hipocresía desmedida, ya que es muy simple destapar la mentira que se esconde detrás de estos “salvapatrias”: no hay más patriota que aquel que mejora nuestra vida ni mayor honor que el de servir a la ciudadanía con políticas de igualdad, solidaridad y bienestar general. El origen de todo esto creo que podría estar en la falta de apuesta seria por la juventud como valor y no exclusivamente como imagen que se observa en la sociedad de forma generalizada; cuando uno es joven necesita de ilusión e ideología para abordar un proyecto de vida, mientras que en la vejez lo único que queda es el recuerdo de lo vivido y el sentimiento de identidad adquirida con el paso de los años. Si bien “la experiencia es un grado”, la juventud siempre es un “divino tesoro” intangible pero valioso y siempre, no lo olvidemos, protagonista del presente, que algunos pesimistas intentan negarnos con su discurso catastrofista. Este hecho se obvia con frecuencia y la fuerza de la ilusión se desaprovecha, aunque a alguno lo usan en nuestra política municipal para recibir las bofetadas políticas cosechadas por otros, vendiendo su juventud, su dignidad y su futuro por un sillón que a veces puede ser “incómodo”. En fin, que no hay que hacer más que un breve zapping local y darse cuenta de que demasiadas canas pueblan los principales programas de los medios de comunicación locales. Quizá este exceso de protagonismo de la gente con el alma arrugada (que es en definitiva lo que define la diferencia entre alguien viejo con 27 años y joven con 90) es el origen de muchos de los problemas de nuestra vida cotidiana. Deberíamos preguntarnos qué es lo que hace que esto sea así, quién lo promueve y qué intención existe cuando a muchos jóvenes se nos aparca a un lado y se nos convierte en viejos prematuros al intentar darnos un futuro prefabricado en forma de hipoteca y aspiraciones a funcionariado.

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